sábado, 26 de marzo de 2016

ASPECTOS GENERALES DE LA DIRECCIÓN DEL EQUIPO Y DE LA ATENCIÓN PERSONAL DE LOS JUGADORES

La mejora deportiva mediante entrenamiento en fútbol es también una tarea pedagógica. La infancia y la juventud son fases vitales propias. La infancia implica un mundo de vivencias propio. Las mejoras de rendimiento están condicionadas, sobre todo en las edades infantil y juvenil, por las formas de comunicación entre el entrenador y sus jugadores.
La sociedad y sus esquemas de valores han cambiado considerablemente en los últimos años en la dirección del individualismo. La diversión condiciona cada vez más las actividades de los jóvenes durante su tiempo libre. Los niños y los jóvenes tienen una fuerte necesidad de orientarse en relación con las personas (p. ej., el entrenador como modelo). Una actitud autoritaria obstaculiza el desarrollo y el asentamiento de la autonomía personal, la disponibilidad para asumir riesgos y la capacidad de acción creativa. Para relacionarse con cada uno de los jugadores, el entrenador debería conocer y tener en cuenta la forma de educación de los padres y el entorno social, con el fin de evitar conflictos que puedan frenar el rendimiento. El perfeccionamiento de los rendimientos corporales, mentales y psíquicos en las edades infantil y juvenil no se consigue sólo mediante medios de entrenamiento adecuados y herramientas metodológicas. El progreso del rendimiento depende en mayor medida de la receptividad del individuo, del llamado “impulso propio” y de su libre iniciativa. Así, la carencia de motivación inhibe el aprendizaje tanto como los problemas personales aún no superados. La disposición al rendimiento y al aprendizaje se moldea con la ayuda de los más variados estímulos del entorno. En el deporte, estos estímulos se ejercen a través de la esfera privada, la colaboración con los compañeros de equipo y la persona del entrenador. Podemos afirmar con cierto rigor que la parte principal de una mejora de rendimiento tiene su origen en la dirección del equipo y la orientación humana del entrenador. Ello es especialmente aplicable para la edad del desarrollo, pues en niños y jóvenes tratamos aún con personalidades inexpertas, incompletas, que tienen todavía que encontrar su lugar y su posición en el mundo de los adultos. De aquí la importancia decisiva que, para el éxito del entrenamiento infantil y juvenil, tiene la comprensión de problemas básicos de la atención personal y la dirección de acuerdo con la edad. La generación joven de la época actual ha cambiado en los últimos años de forma considerable sus esquemas de valores y su manera de ver la vida. Los hábitos consumistas y la inclinación por divertirse en el tiempo libre han pasado a ser la motivación más importante para todos los sectores de la sociedad, y por tanto también para los jóvenes. El amplio abanico de ofertas múltiples para el tiempo libre plantea el reto de probar cosas diversas e impide formarse a edad temprana un criterio acerca del compromiso deportivo y mantener una vinculación duradera con una asociación o una actividad especial. Puesto que la sociedad proclama como ideal el individualismo y la autorrealización, los jóvenes se pasan cada vez más del deporte de equipo a las modalidades individuales. Los niños y jóvenes tienen una fuerte necesidad de orientación, que debido a una palpable pérdida de valores nuestra sociedad ya no es capaz de satisfacer. Por ello, convertirse en adulto es hoy por hoy mucho más difícil para el adolescente que en tiempos pasados. La juventud busca las orientáciones en las personas. Así, por ejemplo, el entrenador muestra con el ejemplo las tomas de postura y los comportamientos que sirven a sus jugadores en sus intentos de orientación. Actúa en ¡los niños y jóvenes como un modelo y genera pulsiones importantes, capaces de desencadenar desarrollos positivos pero también negativos. La intervención de los padres se hace patente en nuestros días, sobre todo en las categorías de edad inferiores, con una presencia a menudo constante en el entrenamiento y en el partido, y a veces también con exigencias en voz alta al propio hijo. El niño, que tiene que aprender a experimentar y configurar el propio juego, sufre cada vez mayores distracciones en la atención debida al acontecer mismo del partido. Las instrucciones y gritos de varios adultos, nacidos a menudo de una visión del entrenamiento infantil y juvenil unilateralmente orientada al resultado, terminan por crear inseguridad. En seguida el niño presta más atención a las reacciones de fuera que al juego, al transcurso situacional real y a las posibilidades de acción que se le ofrecen. Ya ha dejado de ser el juego del niño. El fútbol infantil se convierte en el juego del adulto. Se inhibe la pulsión a actuar de manera autónoma. Crece el miedo ante las expectativas no satisfechas de los adultos y, por tanto, ante las temidas críticas. El miedo a cometer errores frena en una considerable medida la capacidad y el gusto por la resolución basada en la propia observación del juego y en el análisis de la situación, esto es, la decisión y la acción táctica más o menos propias en el terreno de juego. Se pierden amplias áreas de motivación para el juego del fútbol. La configuración del fútbol infantil y juvenil de forma razonable y adecuada a la edad, tanto en sus contenidos como en la realización, en la actual situación de “marcha y diversión” como motivación preferente, por una parte, y como necesidad de vinculación social, por otra parte, debe responder a la pregunta sobre los argumentos que hacen del fútbol una actividad interesante. Es evidente que el entrenador y el preparador en el fútbol infantil y juvenil se hacen cargo de una tarea de gran importancia. Como especialista en fútbol, adopta los principios de este deporte en la tarea de formación de la juventud. Sin embargo, asume también la responsabilidad del desarrollo del niño mientras se convierte en una personalidad adulta, autónoma, no sólo del desarrollo motor y técnico, sino también del cognitivo, psíquico y social. Con ello se hace responsable de aspectos del desarrollo de los jóvenes que van mucho más allá del fútbol. En esto consiste en último término la dificultad de la tarea de un entrenador en el fútbol infantil y juvenil. Desde la edad más temprana los niños deben disponer de un ámbito de desarrollo lo más variado posible para sus capacidades mentales y psíquicas. Favorecer la adquisición de una capacidad de acción autónoma y creadora de juego es uno de los objetivos más importantes de la formación deportiva. Los niños y jóvenes hasta la 2a fase de desarrollo puberal no disponen aún de suficientes capacidades y conocimientos para participar en procesos de decisión al mismo nivel y, por lo tanto, con la misma responsabilidad. Necesitan aún de la mano directora de los padres y del entrenador. El entrenador responsable debería formarse una idea, cuanto antes mejor, del tipo de educación que reciben sus jugadores en su hogar. La influencia más intensa y poderosa sobre el comportamiento del joven procede, sin la menor duda, de su hogar. 

Así pues, las medidas educativas no deberían diferir demasiado de las costumbres de la vida familiar. Una conversación informativa con los padres ayuda a prevenir más de un conflicto.
 

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